El conflicto es inherente al ser humano, lo que sucede porque somos seres complejos. Vivir en sociedad nos obliga a conjugar entre nosotros un sinfín de puntos de vista, sentimientos, emociones, impresiones, imágenes e intereses que construimos a partir de nuestra relación con los demás. Por este motivo, cuando interactuamos en sociedad, somos una parte, un elemento más, cada uno de nosotros una pieza dentro de un sistema o engranaje superior que es la comunidad, y en este ámbito de relaciones, no nos podemos mantener neutros.
Es por ello que en el seno de la comunidad surgen conflictos, pues las personas es practicamente imposible que no entren en desacuerdo.
Pero visto desde otra optica y como motor de cambio y evolución, el conflicto genera energía. El problema es como canalizar de forma constructiva esta energía, dado que no existe alternativa viable a la transformación creativa del conflicto. Partiendo de ahí, la cuestión es cómo lograrlo (J. Galtung).
El conflicto en sí mismo no es ni bueno ni malo, sin embargo, frecuentemente lo asociamos a algo negativo. ¿Por qué?:
- Porque con el conflicto agotamos mucha energía y tiempo.
- Implica un cambio y solemos tener resistencia al cambio.
- Valoramos y equiparamos, de forma habitual, el conflicto y la violencia.
- Con frecuencia observamos que no tenemos las herramientas útiles para afrontarlo de una manera constructiva y positiva.
Para canalizar la energía que genera el conflicto, según Galtung, podemos empezar a ver el conflicto como algo positivo, puesto que al ser algo innato en las personas, es también necesario en las relaciones humanas. El conflicto puede verse como una llamada de atención sobre ciertas necesidades que no están cubiertas. Es una oportunidad para el desarrollo personal porque las personas aprendemos con el conflicto y nos ayuda a valorar y tener en cuenta las diferencias y la diversidad. Nos ayuda a mejorar nuestra autoestima, fortalecer el carácter y reafirmar nuestra identidad. De ahí, que el conflicto suele producir cambios sociales, en los que se establecen modelos más justos para resolver problemas, es el motor de la transformación social.
La conclusión es que los conflictos se presentan de distintas maneras, por causas y motivos distintos y con diferentes grados de intensidad, son una parte más de nuestra vida y su forma de asumirlos y gestionarlos puede generar caminos de desarrollo social y entendimiento o por el contrario de involución y retroceso. Por eso, no son ni buenos ni malos, ni un problema, es la respuesta que damos cuando parecen, cómo los enfocamos, lo que los hace positivos y constructivos o simplemente negativos.
La mediación es la herramienta clave para enfocar la voluntad de resolución de los conflictos que surgen en el seno de nuestras comunidades, de la sociedad en sí misma, mediación que se me antoja una luz en la oscuridad de nuesrtos desacuerdos.